1 dic 2017

A mis tetas...


A mis tetas que adoro

A mis tetas que me liberaron

A mis tetas que me dan placer

A mis tetas que despertaron

A mis tetas que aquí yacen


A ti que las estás mirando


1 sept 2017

Con vaivén de hamaca

Como si el ritmo se desbordara en todo el cuerpo, extendiéndose por cada nervio, reviviendo cada sentido, empezando por los oídos, es música que se siente como un remedio terapéutico, un momento de gozadera y meditación en el tiempo. Suena con fuerza en el parlante: “Canto a la raza, raza de bronce / raza jarocha, que el sol quemó”, los dedos del bailador siguen la clave sobre la mesa de madera mientras está sentado y desde el cerebro surge la orden de ponerse en movimiento.
Continúa Papaito cantando:
(…)A los que sufren
A los que lloran
A los que esperan
Les canto yo.
Alma de jarocha que nació morena
Talle que se mueve con vaivén de hamaca
Tardes perfumadas con besos de arena
Tardes que semejan paisajes de nácar
Dime dónde viven las quejas dolientes
de toda una raza llena de amarguras
Alma de jarocha que nació valiente
para sufrir toda desventura. (….)

Toma el último trago de su cerveza y con señas le agradece al Dj por complacer su petición. En su mente retumba la frase ‘alma jarocha’: “la mía, la de mi gente negra-caribeña, la de esta ciudad”; se pone de pie, al mismo compás van los pies dando pasos con los hombros, por otro lado las manos se mueven, las extremidades parecen independientes entre sí, pero el sabor está implícito.  Ya no es sábado, pero ¿Qué hora es? Seguramente pasada la medianoche ¿qué importa? Mañana no hay que madrugar.

Desplazándose con total sigilo entre mesas, sillas y personas de pie en ese pequeño establecimiento en forma de ‘U’, -ubicado en un extremo de El Portal de los Dulces, justo al lado de donde termina el rock, por supuesto, en el Centro Histórico de Cartagena de Indias-; se muestra impregnado de baile ese cuerpo menudo, hecho de esas pieles blancas que el sol no puede broncear y solo logra poner roja, adornada de unas cuantas pecas, llama la atención su afro pelirrojo, tiene un aire hípster con sus nuevas gafas de aumento color café, estas parecen tener más soporte,  las anteriores se sostenían con una cuerda negra elástica, sabían que su propietario es amante del movimiento por lo que preferían no arriesgarse.
Se escucha el coro: 
Con vaivén de hamaca,
ni se sufre ni se llora,
con vaivén de hamaca.
Con un vaivén de hamaca
ni se sufre ni se llora
con vaivén de hamaca (….)


“Ya veo, no son gratuitas las hamacas que nos fascinan para echar la siesta de la tarde”, piensa para sí el pelirrojo.

Se hace más fuerte el movimiento, un pie da permiso al otro para avanzar, la gente abre espacio para despejar la pista de este entusiasta bailarín. Se escucha en el fondo: ¡Oye, Rafa Bossio! ¡Guapea! Rafa saluda, no distingue muy bien de lejos el rostro del hombre que lo anima a seguir bailando, por lo que se limita a sonreír y levantar el pulgar. En ese momento se une a la danza una mujer extranjera, dice que es de Noruega y que quiere aprender a bailar salsa, le dijeron que ‘Donde Fidel’ era el lugar perfecto para tal fin. Fidel Leottau, el propietario, abre las puertas desde antes de mediodía y recibe a cualquier persona que quiera refrescar su garganta, acompañado de charanga, guaguancó, pachanga, son cubano o salsa.

La noruega parece dar con el compás de la música, no tanto con el ritmo, sin embargo su instructor se esfuerza por explicarle, mientras la toma de las manos dando pasos básicos de más o menos cuatro tiempos; a simple vista, parecieran dos turistas bailando. Es un ring de boxeo, en una esquina ella de cabello rubio largo, vestido holgado de un rojo desgastado y sandalias, en la otra está Rafa, de camisa azul florida, bermuda y tenis. Este último, se contonea, por unos minutos es el alma del lugar –un alma jarocha-, todos casi inconscientemente le han dado espacio para que demuestre sus habilidades o más bien su propio estilo.


Mientras tanto Papaito en el parlante motiva a los bailarines: “Ahí na’ ma’ / Ahí na’ ma’ ¡Camínalo! Alma jarocha, para guarachar”. Continúa la faena, otras parejas se animaron a bailar, el sentir colectivo se traduce en ‘gozadera’, cervezas van y vienen, pero Rafa ya no necesita de ellas para entonarse. Finaliza la canción y de forma espontánea surge un aplauso colectivo, Bossio extraña su cámara en ese momento, saca su celular y se toma una selfie con su compañera ‘la noruega’, sin olvidar invitarla a seguirle en Instagram. Ella se va, ahora quiere bailar champeta, sigue su camino y para el pelirrojo bailador, más caribeño que el agua e’ coco, la noche continúa. 

Continuará...


28 jul 2017

¿Qué es el miedo?


De niña muchas veces dije que quería ser niño, haber nacido hombre para mí desde siempre fue muestra de privilegios. Ahora me doy cuenta que solo era miedo a ser mujer y lo que eso significa.


Solo ahora, después de cierta edad, descubro que siempre he sido reaccionaria ante lo que me disgusta, que suele ser principalmente la injusticia. Antes, me daba miedo demostrarlo a viva voz y en el momento indicado, ahora, eso sucede un poquito menos, creo que he perdido ciertos miedos.

Ahora me dan miedo otras cosas, me asusta que ya no me da tanto miedo hablar, aunque a la contraparte (que no entiende razones ni le interesa conocerlas) le molesta que yo lo haga. No sé si es empoderamiento, a veces creo que es solo un eufemismo o un poco de placebo. Siempre recuerdo a unx gran amigx a quien no le gusta esa palabra.

¿Te da miedo acaso mi feminismo? Eso es seguro, acostumbrados a que nadie les cuestione, es más fácil negar la existencia de algo que tratar de comprenderlo. Aunque te entiendo, yo también le tuve miedo.

A mi, al contrario, me da miedo leer o escuchar que el machismo no existe o que es de unas pocas personas, que las mujeres unidas defendiéndose pierden su tiempo porque ya vivimos en igualdad, que las brechas nos las estamos inventando, eso me aterra. 

Me asusta además, salir a la calle... Ya perdí la cuenta de los días en los que NO he man acosado o jodido mientras camino, es más molesto apenas saliendo de casa, al parecer mi único refugio.

Incluso me da miedo escribir esto, la gente parecer estar más dispuesta a atacar o a invisibilzar, que ha dialogar, preguntar, debatir. 

Y para ti ¿qué es el miedo? 

13 feb 2017

Un trapo, unos nudos y un poco de autoestima

Fotografía: Rafael Bossio

Los turbantes pasaron de ser una tarde de aburrimiento y a la vez de juego con unos trapos viejos, a convertirse en una parte determinante de mi identidad, primero como mujer y también como mujer de raíces afro.  Este elemento, surge en un momento de mi vida, en el que necesitaba reencontrarme conmigo misma, con mis raíces africanas, el valor que tengo como mujer y además entender y conocer de cerca la lucha feminista, quería vivirla a mi manera y transmitirla a otras personas.

Puede parecer un poco absurdo que un simple pañuelo o trapo fuera la herramienta que me diera esa fuerza que estaba buscando, pero justo allí está la respuesta, porque los seres humanos estamos cargados de símbolos y representaciones, elementos que perduran en el tiempo para mantener un legado, para hacernos recordar algún hecho anterior que ha marcado nuestro presente.

El turbante es una tradición que heredamos los pueblos americanos de nuestra madre África, es un legado entregado por los negros esclavizados traídos a un territorio históricamente sometido, que vive una interminable lucha por liberarse. Las envolturas para la cabeza en África, eran muestra de estatus social o nivel espiritual tanto para hombres como mujeres, ese saber ancestral que aún se mantiene como por ejemplo en el pueblo Yoruba de Nigeria, "(...)en el África occidental, las coberturas para la cabeza se conocen como "gele" en Yoruba o "ichafu" en Ibo", como lo afirma Helen Bradley Griebel, en su libro African American History.

Los turbantes no cubren la cabeza para ocultar el cabello sucio o despeinado como yo lo creía en un principio, aunque debo confesar que en ciertas ocasiones si lo ocultaba por motivos estéticos, porque en ese momento no amaba como ahora mi cabello afro (y agrego que uso los turbantes desde hace más de un año). En ese camino descubrí que las mujeres negras esclavas durante la colonización, utilizaban este tipo de envolturas para ocultar sus trenzados que se convertían en su camino a la salvación o para guardar oro que les sirviera para comprar su libertad y la de sus familias.

Varios meses después de aprender formas de anudar un pañuelo en la cabeza, de escoger las telas de fibras adecuadas y texturas más llamativas, entendí que el turbante constituye un accesorio o una pieza ancestral dentro de la construcción como individuo, en mi caso me dio la oportunidad de oponerme a mi manera, a la estética canónica normalmente construida respecto a lo que se considera una mujer bella.

Pude adaptar lo tradicional a lo que han traído consigo la modernidad y la globalización, como lo es volver tendencia desde Rosa Caribe una herencia de cientos de años, combinándolo con la moda, dándole así a mi imagen un estilo propio y lo más importante, teniendo como reto hacer vídeos tutoriales cortos de entre 3 y 5 minutos, para lograr poco a poco que otras mujeres se acepten tal cual como son y expresen en su exterior que se sienten hermosas siendo ellas mismas.

Seguro me apedrearán por decir esto pero, creo que los turbantes actualmente no son para uso exclusivo de gente negra (además porque diferentes culturas alrededor del mundo lo utilizan), en su momento también fueron utilizados como método de dominación, para ocultar los voluminosos cabellos de las mujeres esclavizadas haciéndolas perder poder sobre sus cuerpos. Pero ¿por qué no darle una vuelta a esas connotaciones negativas y hacer que a pesar de las diferencias, encontremos puntos de similitud?


De esta experiencia individual en la que un pedazo de tela ha enriquecido mi autoestima, nace una idea colectiva de la que muchas veces creo que solo soy la cara, donde además vale la pena destacar me ha dado el empoderamiento que necesitaba y al mismo tiempo autoreconocimiento como mujer afro y caribeña que soy.

31 ene 2017

PETRONA LA VECINA SORDA


Las vecinas del humilde pero acogedor barrio ‘El Porvenir’, aprovecharon la mañana soleada con la que milagrosamente amaneció ese sábado de junio para cumplir con su labor de todos los fines de semana: lavar ropa, porque de eso dependía el almuerzo y la cena de los próximos dos días.

Una de ellas es Petrona Rodríguez, la lavandera con el patio más grande de toda la cuadra y la única que tiene lavadora con secadora incorporada, que logró comprar gracias a una demanda que le ganó a su ex marido, un marinero jubilado que la abandonó por otra mujer a la que conoció en uno de los puertos del Caribe mientras viajaba por esos mares. Este ahora vivía con una mulata de cabellera larga y negra, una voluptuosa mujer que bajaba la autoestima de Petrona porque ella pensaba que a su edad (cercana a la quinta década) ya no podía competir contra tremenda jovencita que si acaso se acercaba a los 25 años.

La lavadora se convirtió en el bien más preciado de la trabajadora mujer, sus demás vecinas y a la vez colegas, sabían que Petrona había empezado a lavar por el zumbido que hacía tal aparato al iniciar cada ciclo de lavado, ruido que muchas veces no las dejaba hablar entre ellas de patio a patio y las obligaba a gritar los chismes del momento, haciendo que todo el barrio estuviera pendiente de sus curiosas conversaciones.

Por culpa del dinero que obtuvo, todos en el barrio creían que Petrona era rica, sin darse cuenta de que ella prefería ahorrar antes que despilfarrar. Fue entonces cuando en medio de la faena de lavado, su vecina de al lado Cipriana, le gritaba desde su patio que le prestara simples 5 mil pesos, Petrona se demoró unos minutos en responder diciéndole claramente que debido a su edad posiblemente estaba perdiendo la audición y que por eso no le había escuchado.

Cipriana insistía: –Petrona préstame 5.000 pesos-, Petrona respondía: –Será un castigo de Dios pero no te escucho nada mija-. La vecina no se rendía, iba por su tercer intento, pero Petrona también era persistente: -mejor no hables más, tus palabras se las lleva el viento, yo estoy que corro para el hospital con esta sordera-. De repente desde otro de los patios, Matilde Lenguas o mejor conocida como “Lengüita” por su fama de chismosa, lanza su exclamación a todo pulmón diciéndole a Petrona que no sea mentirosa porque ella aunque está más lejos escucha todo lo que Cipriana le dice.


Petrona harta de la situación, para deshacerse de las dos mujeres, le dice a “Lengüita”: -Entonces si escuchaste tanto ¿por qué no se los prestas tu?-. Después de semejante grito, lo siguiente en escucharse fue un silencio ensordecedor que opacó el zumbido de la lavadora, no se escuchaba ni una sola voz en la ruidosa cuadra. La modesta lavandera siguió con su rutina de lavado en absoluta calma, amenizada por un CD del Joe Arroyo que compró a $2.000 en la tienda de la esquina y que escuchaba desde su vieja grabadora Sankey.  

*Este cuento corto, lo escribí para una de mis clases de escritura narrativa en la universidad.

15 ene 2017

Facebook y su intelectualidad

Hasta hace un tiempo, las red social más utilizada para criticar, hacer bulla, despotricar, hablar m*erda, declararle tu amor a tu artista favorito y la más popular de todas: creernos intelectuales era, el ya un poco devaluado 'Twitter'. En solamente 140 caracteres, éramos capaces de exponer argumentos que merecían cientos o hasta miles de 'retuits' y 'favoritos', porque si algo es cierto es que las redes sociales trajeron consigo nuevas formas de interacción o más bien de aceptación social. 

El auge de Twitter era tal, que a la gente no le importaba quedarse sin "amigos" en Facebook o simplemente olvidarse de esta red, porque en su momento tener seguidores en Twitter era los más 'in', si pasabas de los 200 te leían, más de 400 ¡Vaya! estabas llegando a la cima de la popularidad cibernética y si pasabas de los 1000, aplausos y ovaciones para ti. Pero como suele ocurrir en ese mundo virtual, todo se vuelve cambiante, voluble, con momentos de efervescencia que trascienden hasta lo efímero.  

Creo que uno de los detonantes para irnos olvidando de Twitter y pasar a quejarnos en Facebook fue la maravillosa idea de Zuckenberg, de incluir los famosos 'hashtags', esa frase que escribes con un signo numeral (#) al principio, que se vuelve una especie de enlace directo a una temática en específico que se discute en la web y era (y sigue siendo) una forma además de saber qué tan popular era dicho tema. También creo que, en cierta forma la interacción en Facebook cambió, pues la gente se dio cuenta que con solo presumir fotos de lindos restaurantes o en lugares exóticos no era suficiente para demostrar el tipo de persona que éramos y por eso apareció lo que hoy parece, no sé cómo llamarle, fenómeno, tendencia... ¿enfermedad? Jajajaja no mentiras, tampoco (ojo, no soy psicóloga): los intelectuales de Facebook. 

Cabe aclarar que no es ninguna crítica mal intencionada, es solo un pequeño análisis de la situación. Creo que esto tiene que ver un poco con la tan respetada academia y sus limitados espacios presenciales para discutir o debatir sobre situaciones cotidianas de la gente, desde que entré a la universidad, pude darme cuenta que está en deuda con la gente y con aquello que les preocupa. Y ahí es donde entra Facebook, ese renovado muro de los lamentos que nos ha permitido brillar como grandes estudiosos. 

Pero escribo esto porque hay algo que en el fondo me molesta, no quiero coartar el derecho a la libre expresión de nadie, pero es tan odiosa esa combinación de muchas personas en sus perfiles donde dejan ver su ego, alimentado por el nivel de aceptación que tienen y esa prepotencia de creer que todo lo que dicen será aprobado sin ninguna objeción, invisibilizando y hasta discriminando la opinión, lucha, ideas... o lo que sea de las otras personas.

Me gusta, que las redes sociales sirvan como forma de generar opinión y mejor aún, generar contenidos alternos a los medios de comunicación tradicionales, los que han tenido que ceñirse a estas nuevas formas de interacción social para no quedar en el olvido. Hace poco, murió un verdadero intelectual Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo, uno de los más grandes estudiosos de esta era en la que cualquier cosa de viraliza y al respecto una amiga me decía: "Bauman debe estar revolcándose en su tumba, al saber que hasta su muerte se viralizó en redes sociales" ¡vaya paradoja! Viéndolo bien, era inevitable que sucediera.


"Las redes sociales son una trampa"
- Zygmunt Bauman   

Es probable que hasta yo con este texto esté siendo pretenciosa... 

Vale la pena destacar de esta nueva era 'intelectualiode' en la que vivimos, es que en cierta forma las redes sociales movilizan y se han convertido en una manera de crear consciencia o al menos de sensibilizar. En ese mismo orden, han permitido que el conocimiento se descentralice y logre llegar a rincones donde jamás se pensó que llegaría, logrando que no sean unos pocos los que tienen el poder por poseer la tan preciada información, o aquello desconocido por los otros. 

Por último, quiero decirle a quienes se hayan sentido aludidos, que sí era para ustedes jajajaja. Lo digo con respeto, si el ego puede más, bueno no lo dejes de lado, pero tampoco dejes que se apodere de ti y de tus estados en Facebook. 

2 ene 2017

¡No me caso! Y no es por miedo

¡Hey! Calma, no estoy diciendo que casarse es malo, ni mucho menos que quienes deciden hacerlo son unos tontos, bueno... Casos se ven.

En fin, toda mi vida, mi referente de familia ha sido heteronormativo. Mis papas están casi llegando a los 30 años de casados, algo que siempre me ha parecido maravilloso, pues un enorme porcentaje de lo que soy hoy, es gracias a esa unión que poco a poco se va añejando. 

Honestamente, me emociona ver a mis amigas o chicas de alguna u otra forma cercanas a mi, hacer pública su emoción al revelar que están comprometidas, no sé si con 'el amor de su vida', pero si seguramente con una persona que les proporciona esa felicidad o más que todo, la estabilidad emocional y seguridad que muchos buscamos en una pareja y más si es "hasta que la muerte nos separe". Porque algo si te digo, unirse bajo el santísimo sacramento del matrimonio, es muy parecido a constituir una empresa, no sé si bajo la figura 'sociedad anónima' o 'compañía limitada', pero pensar en función de dos para que todo sea beneficio de ambos, no es nada sencillo. 


Vía Pinterest

Digo que no me caso, primero porque no me considero una persona religiosa, más bien espiritual, además creo que sería el único sacramento católico que podría elegir no llevar a cabo, algo que no pasó con el bautizo y la confirmación; segundo, porque la persona en la que me he convertido y que me encuentro construyendo, no considera dentro de su proyecto de vida iniciar una relación de pareja (al menos no de ese modo), estoy en un momento en el que mi individualidad está en un muy alto nivel. Tercero, porque ejecutar este acto, ya sea por la iglesia o vía legal, constituye alimentar el sistema patriarcal y por último, como me decía una muy buena amiga: "me da miedo estar comprometida de esa manera con una persona, hasta el punto en que deje de ser yo misma".   

Y es que no son simples excusas para ocultar que "le tenemos miedo al compromiso" o que "queremos vivir en el libertinaje" ¡Nada de eso! Estos son tiempos en los que como mujeres hemos comprendido que solo nosotras mismas somos dueñas de nuestras decisiones y que esa será la única forma en la que podremos salir adelante, aunque suene trillado. Además, si no estoy en paz conmigo misma ¿cómo creen que puedo vivir por el resto de mi vida con alguien? No sé Ernesto, no sé.  

Me gusta la idea de compartir, convivir, construir, aprender, desaprender junto a otra persona, que podamos aportar a la vida del otro desde nuestras diferencias, sin necesidad de un par de anillos que cada vez que nos lo quitemos para lavar los platos, recordemos que son el 'símbolo de nuestra unión'. Admito que hay unos vestidos de novia ¡DI-VI-NOS!, sin embargo esa tendencia de las bodas ostentosas y costosas, que parecen hasta una competencia, no son mi estilo o al menos no son el lado del capitalismo que prefiero. 

El amor (cualquiera que este sea) entre una pareja, también debería contemplar eso, construirse libre de la presión social, ir contra el sistema y lo que este impone, transgredir -sin agredir- y que por esto no sea considerado de menor valor en la sociedad. Sino, miren el ejemplo que les dejo en este enlace: http://www.aldia.co/historias/carolina-y-olga-la-boda-de-dos-sucrenas-que-le-da-una-leccion-la-sociedad

En definitiva, no creo que sea necesario casarme para demostrarle a esa persona amada que quiero compartir gran parte de mi vida a su lado y que además quiero que su proyecto de vida y el mío confluyan en un gran porcentaje, aún estando separados. Mi mensaje para hoy es, decidan lo que decidan sobre sus vidas, siéntanse plenos y completos, no esperen que otra persona llegue a llenar esos vacíos, pienso que solo así podremos amar y entregarnos de forma desinteresada.

Dedicado a Nina, la chica del afro.

PD: me pregunto si, es posible que dentro de un tiempo, cambie de opinión respecto a este tema...